Era la primera visita de Pedrito a Disneyland París. Ganas, nervios, estrés, emoción... Los días antes del viaje fueron una locura para todos. Los adultos tuvieron que dejar sus agendas profesionales organizadas para poder hacer la escapada y los niños, especialmente Pedrito, estuvo los días previos dándole salida al histerismo lógico para desesperación de algunos.
Nada importaba. Verlos en el aeropuerto a punto de embarcar rumbo a París nos hizo comprender que no se salvaba ninguno: la ilusión era la misma para todos. Cari madre estaba como loca porque le entusiasma todo lo que tenga que ver con Disney. Ahí donde la ven, podría vivir en Disneyland y ser la mujer más feliz del mundo.
Mientras haya tiendas, ella encantada. Cada vez que veía una, compraba cualquier fruslería para toda la tropa. Carlos Goyanes, ‘el abuelo’, fue todo un descubrimiento. Serio, profesional, pasando del inglés al francés sin esfuerzo alguno, pendiente del móvil para cerrar negocios... Y con una neverita a cuestas permanentemente, no fuera a ser que a Pedrito le entrara hambre.
Con un orden germánico, amontonaba quesitos, galletas, yogures, fruta, agua... Que no faltara de nada. Caritina, embarazada de su segundo hijo y en su semana 19 de gestación, hizo lo que en realidad más le apetecía: enloquecer ante el entusiasmo de Pedrito y morirse de la risa cuando le veía ‘acosar’ a las princesas. Sobre todo a la Bella Durmiente, Aurora, con la que Pedrito pretende casarse lo más pronto posible.
Quiso pedírselo, de hecho, pero los nervios pudieron con él y cuando la vio se quedó sin habla. Y muy pendiente del pequeño -que a sus dos años habla como un loro y con una corrección gramatical que da susto-, sus tíos Almudena y Manuel, sobrinos de Cari Lapique y los niños más educados y encantadores del mundo.
|Hoy Corazón|
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